MADRID, 08 (SERVIMEDIA)

El Instituto de Investigación Sanitaria Incliva, del Hospital Clínico de Valencia, participa en una investigación internacional para el desarrollo clínico de nuevos fármacos para paliar los efectos de los sofocos que sufren las mujeres en la menopausia, así como en las supervivientes de cáncer de mama que reciben tratamiento de anulación hormonal.

Según informó este jueves el centro de investigación, el estudio está coordinado en el Instituto de Investigación Sanitaria por el investigador principal del Grupo de Investigación en Salud de la Mujer de Incliva, catedrático de Obstetricia y Ginecología en la Universidad de Valencia y jefe de servicio de esta especialidad en el Hospital Clínico, el doctor Antonio Cano.

La menopausia se asocia con un complejo sintomático y con mayor susceptibilidad a enfermedades, como la osteoporosis postmenopáusica. Los síntomas, cuando son intensos, inducen un deterioro de la calidad de vida, como confirman distintos estudios clínicos.

Entre los síntomas, los sofocos constituyen uno de los más prevalentes. Estudios poblaciones han demostrado que los perciben hasta un 80% de mujeres y que en alrededor de un 25% son frecuentes y severos y provocan un gran impacto en la actividad laboral.

Pero en las supervivientes de cáncer de mama que, tras superar la enfermedad, reciben tratamiento de anulación hormonal durante años, la sintomatología es particularmente intensa.

INVESTIGACIÓN INTERNACIONAL

Por ello, el Grupo de Investigación en Salud de la Mujer de Incliva y el servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Clínico de Valencia están participando en la investigación a escala internacional de nuevos productos bloqueantes del receptor de neurokinina 3, un mediador que actúa a nivel del hipotálamo para regular el centro termorregulador, que se ve afectado por la pérdida de estrógenos, con la consiguiente producción de sofocos.

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La neurokinina 3 es una pequeña proteína que actúa como estimulante de las neuronas, las células del sistema nervioso central. A nivel del cerebro, en una región conocida como el hipotálamo, y su producción está regulada por estrógenos, las hormonas ováricas femeninas.

Cuando el ovario deja de funcionar, hay una sobreproducción de neurokinina 3, que excita a las neuronas encargadas de mantener el control de la temperatura. El resultado es la sensación brusca de calor, la llamada acalorada, que puede aparecer con más o menos frecuencia o intensidad, y que en algunas mujeres interfiere con el sueño, con la productividad laboral y con las actividades diarias en general.

El tratamiento más eficaz conocido de las acaloradas es la suplementación de estrógenos, pero algunas mujeres no lo aceptan, y, en casos como el de supervivientes de cáncer de mama, no pueden seguirlo.