MADRID, 27 (SERVIMEDIA)

Cerca de 50.000 nuevos casos de ictus en España tienen secuelas físicas como la espasticidad o músculos tensos y rígidos, por lo que requerirán de tratamiento con rehabilitación, según afirmó este jueves la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (Sermef).

Con motivo de la celebración el 29 de octubre del Día Mundial del Ictus, la Sermef recordó que cerca de 120.000 personas sufren un ictus en España cada año. De ellas, el 40% tendrá como secuela algún grado de espasticidad (músculos tensos y rígidos en los miembros superiores como manos o muñecas o inferiores en piernas) y requerirá tratamiento de Rehabilitación y Medicina Física.

A este respecto, la presidenta de Sermef, la doctora Carolina de Miguel, subrayó que «la espasticidad es un síntoma que refleja un trastorno del sistema nervioso central que provoca resistencia al movimiento en los músculos, provocando dolor y rigidez y que llega a limitar el movimiento de las articulaciones de las extremidades, como tobillos, rodillas, muñecas y manos».

A esto añadió que «sin el tratamiento adecuado de Rehabilitación y Medicina Física, esta rigidez puede influir en la capacidad de caminar, sentarse en una silla, darse la vuelta en la cama o agarrar objetos con la mano. También entorpece las actividades de cuidado o aseo personal. Impacta, por tanto, de manera muy clara a la calidad de vida».

Los pacientes la describen como una sensación de tirantez expresando esas sensaciones como notar la pierna rígida, no poder abrir la mano o sentirse congelado y esta es una de las secuelas más comunes del ictus.

ABORDAJE DE LAS SECUELAS

Por ello, la presidenta de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física destacó que «el equipo de Rehabilitación necesario para atender adecuadamente la espasticidad debe estar formado por un médico especialista en Medicina Física y Rehabilitación que coordine un grupo multidisciplinario de profesionales expertos (fisioterapeuta, neurólogo, terapeuta ocupacional, logopeda y neuropsicólogo) y que trabaje, además, conjuntamente para conseguir los objetivos previamente identificados en colaboración con el paciente y su familia».

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La especialista subrayó que la rehabilitación tiene como meta la integración en el entorno, social, laboral y familiar de los pacientes que necesitan de un proceso de rehabilitación, y en el caso del daño cerebral por ictus, el objetivo es que las personas sean lo más independientes posibles y tengan el mayor nivel de funcionalidad posible, dentro de las limitaciones que produce la lesión.

Por todo ello, «debemos insistir en que, tras haber pasado la fase aguda del ictus en la que puede estar en riesgo la vida, una vez estabilizado, el paciente debe acudir al médico rehabilitador para que valore las posibles secuelas y establezca un tratamiento».