MADRID, 17 (SERVIMEDIA)

Los procesos activos de degradación, que implican pérdida de producción primaria neta y biomasa vegetal a lo largo del tiempo, afectaron a 28.123 km2 en la España peninsular en el periodo de tiempo comprendido entre 2011 y 2019, una cifra que, según estimaciones conservadores, muestran que la superficie ocupada se ha triplicado respecto a lo ocurrido entre 2000 y 2010.

Este dato se basa en el análisis de series temporales de imágenes de satélite del programa europeo ‘Copernicus Global Land Service’ que serán enviados en breve, tras una interpretación completa, para su publicación en una revista científica.

El trabajo ha sido realizado por el Grupo de Desertificación y GeoEcología de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA/CSIC), en el marco del proyecto LifeWatch ERIC-Sumahl que coordina el CSIC.

Los investigadores también han detectado un aumento de vegetación de 81.551 km2, una extensión que representa sólo dos terceras partes de las obtenidas en la década anterior.

Por todo ello, cabe concluir que el territorio en degradación ha aumentado, mientras que la superficie donde se recupera la vegetación ha disminuido en la última década. Estas tendencias se calculan independientemente de las fluctuaciones climáticas, por lo que deben interpretarse en un contexto de gestión humana y desertificación actual.

La degradación de la vegetación, según se constata en el estudio, está causada por la sobreexplotación recurrente de agroecosistemas y por catástrofes forestales.

En ese sentido, Gabriel del Barrio, investigador de la Estación Experimental de Zonas Áridas, subrayó que este fenómeno se observa con mayor frecuencia en el sureste y centro peninsular, asociada con cultivos permanentes de viñas y frutales, áreas con vegetación dispersa, pastizales naturales y zonas quemadas, siendo Murcia, la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha los territorios más afectados.

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Por su parte, el aumento de la vegetación corresponde, en la mayoría de los casos, a una sucesión ecológica secundaria que tiene lugar en tierra marginales tras su abandono, y puede tener lugar de forma excepcional tras la sustitución de vegetación natural por cultivos. Esta tendencia, generalmente asociada a zonas forestales, fue especialmente frecuente en Galicia, Asturias y Cataluña.

Los investigadores destacaron que el escenario encontrado «representa un empeoramiento reciente de las tendencias de condición de la tierra, e implica dificultades adicionales para la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible 15.3m que es alcanzar neutralidad en la degradación de las tierras en 2030».